jueves, 18 de agosto de 2016

El péndulo engañoso

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Tiene un poder de atracción hipnótico y misterioso sólo comparable a la contemplación del desfragmentador de Windows, y similar efecto práctico: desconocido.
En el segundo caso, con esas miles de celdas que van cambiando de posición y color, aprendimos al menos que la información en el ordenador está troceada y dispersa y que a veces conviene agruparla, aunque el funcionamiento aparente siga siendo el mismo.
Va y viene la bola del péndulo en un movimiento que parece eterno, pum, pum, hacia un lado, hacia el otro, con una insistencia que parece que tiene razón.
El botafumeiro que acompaña al apostol Santiago es un péndulo que además acaba con los malos olores, o los tapa con otro, un péndulo oloroso.
DRAE: "Cuerpo grave que oscila suspendido de un punto por un hilo o varilla"; en la definición cabemos todos, todos oscilantes y pendientes de algo o de alguien.
La utilidad del péndulo seguro que existe aunque la desconozcamos, su movimiento cansino está claro y se utiliza de forma metafórica para explicar, por ejemplo, fenómenos políticos, bandazos sociales.
Leemos en estos tiempos temerosos que la seguridad y la libertad son incompatibles, no hay punto de equilibrio, lo que avanza una retrocede la otra, y ahí aparece la imagen del péndulo para explicarnos que la sociedad ha progresado durante décadas en libertades a costa de una supuesta seguridad y ahora tocaría reducir libertades para defendernos de no está muy claro qué.
No está claro porque problemas sociales se interpretan hoy exclusivamente en clave de seguridad, léase la inmigración o los refugiados, y una posible explicación que se suma a la mínima conciencia social de algunos gobernantes es que la seguridad es el corazón simbólico y real del poder estatal, que tiende a sobreactuar.
Mientras la política económica se decide bastante en Bruselas y las políticas sociales son competencia de las Comunidades Autónomas, el Gobierno central aparece cada vez más uniformado, y parece a gusto en el papel de recaudador y alguacil.
¿Seguridad pasada? Comparten los analistas que la sociedad actual se define por la imprevisión, el cambio permanente, el riesgo, el individualismo, y si todas estas son características del entorno donde nos movemos implícitamente puede parecer que el estadio anterior era seguro, estable y solidario: el de la guerra fría en términos geopolíticos, con el ingente volumen de recursos que se tragó, las guerras por delegación, la amenaza nuclear; en el ámbito laboral podemos pensar en la seguridad pasada, que era sobre todo trabajo infantil, jornada no regulada, ausencia de derechos, salarios de miseria, pluriempleo, trabajo esclavo hasta hace dos tardes; seguridad personal, recuerdan algunos, con la familia como gran pegamento social, olvidando el tipo de relaciones familiares digamos de hace un siglo o de medio.
La imagen del péndulo lleva a creer que todo es reversible y a la misma velocidad, y ahí está el error.
El incremento de la desigualdad, el aumento del paro, la reducción de derechos laborales, la devaluación salarial, los recortes en Sanidad y Educación vividos mayoritariamente desde las elecciones de noviembre de 2011 no tendrán un movimiento contrario y compensador en los próximos años ni aunque acompañara la bonanza económica ni aunque gobernara España un partido político con un programa radicalmente opuesto al del Partido Popular.
Lo perdido en términos de Estado social en cinco años no se recuperará en uno ni en cinco. Digamos que el dinamitero y el albañil trabajan con voluntad y ritmos diferentes.
La violencia colonial sólo podía ser combatida con la violencia del nativo, se defendía a mediados del siglo XX, con parte de razón que permanece y parte superada por los acontecimientos que no sé cuál es pero lo escribo por precaución.
"El péndulo del reloj acuna las horas", escribió Ramón Gómez de la Serna. Dejemos el péndulo para la radiestesia, el Día del Apostol y el estómago del reloj de pared.
Hay que estar alerta en el movimiento de ida, el de vuelta no sabemos cuándo ni incluso si se producirá.


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